sábado, 31 de mayo de 2014

Quince años

De pie junto a la tranquera blanca
estamos mi padre y yo.
Me llama la atención que todavía
no se haya subido al auto
que está en marcha,
que espera.

Me habla con una voz novedosa,
que no se parece en nada a la de cada día:
esa voz constante de las disposiciones autoritarias.

No creía posible una voz tan cálida,
tan suave,
tan fuerte:
una voz como un abrazo.

Esa voz me pregunta si me masturbo,
con palabras menos precisas,
toscamente metafóricas,
pero la idea es esa.

El abrazo de su voz me asfixia.
Me deshago de él de la manera más sencilla que se me ocurre,
contesto con la verdad.

Veo a mi padre sonreír,
palmearme la espalda,
caminar hasta el auto,
marcharse hasta perderse de vista.

De pie junto a la tranquera blanca
estoy yo.