martes, 4 de noviembre de 2014

EL GUSANO. Capítulo 4: El empresario y el intendente

 
El Gallego tiene un vaso de whisky importado en su mano. Ya no recuerda la última vez que desayunó un café con leche o un simple té. Mira a través del inmenso ventanal del piso más alto de la ciudad. Contempla el mar, mientras amanece. Piensa en el color tornasolado que ha adquirido el agua en el último tiempo, y en los manchones verdes fosforescentes que a veces pueden vislumbrarse. No está seguro cuánto tiempo más logrará que nadie hable de eso, pero ahora tiene problemas más urgentes que atender.

Suena su intercomunicador.

—¿Sí?

 —Señor, el intendente Culti ya está aquí.
 
 —Que pase.

 Bebe de un sorbo lo que queda de whisky y camina hasta la barra. Está terminando de llenar un segundo vaso cuando la puerta se abre. Ve a entrar a Culti, sacudiendo un ejemplar de Cirrosis Hepática y avanzando a trancos largos.

—¡No tengo un puto día de paz en esta ciudad de mierda! —dice el intendente.

—¿Quieres beber algo? —invita el Gallego.

—Sabés que no tomo tan temprano —Le alcanza el diario—. ¿Podés creerlo?

El empresario lee los titulares. “El Gusano salva a los tripulantes de un pesquero”, dice uno; “Disminuye el apoyo a la policía local de drones”, dice otro.

—¿Te das cuenta? —sigue Culti, mientras camina por la oficina—. Ese bicho del orto ahora es una especie de superhéroe que salva gente. ¡Casi no se registran delitos en las playas desde que apareció! Así, ¿cómo alguien va a querer que tus putos drones patrullen la ciudad? ¿Eh?
 
—Sabes que siempre estoy un paso adelante —contesta el Gallego, sonriendo. Luego toma un trago.
 
Culti se sienta en un sillón. Luce extremadamente ojeroso.
 
—¿Qué? —interroga.
 
—Tú sabes de toda la basura que tiran mis fábricas al mar.
 
—Ni que lo digas.
 
—Pero mis laboratorios también tienen sus desechos. Quizá no estés tan al tanto de eso.
 
—¿Qué tipos de desechos?
 
El gallego se sienta en el sillón, también, y se cruza de piernas.
 
—Químicos —responde—, muy peligrosos.
 
—Eso no tiene nada de raro.
 
—Verdad. Pero, y he aquí el quid de la cuestión, es que me temo que ese Gusano…¿Así lo llaman ahora estos gilipollas? —se interrumpe, señalando al diario.
 
—Eso parece.
 
—En fin, me temo que ese Gusano pueda ser producto de esos desechos.
 
—¿Una mutación?
 
El Gallego presiona levemente con su índice la frente del intendente, que no se sorprende por el gesto.
 
—¡Muy bien!
 
—¿Y cómo carajo?
 
—De eso, ni idea, ya lo averiguaremos. Sin embargo, mientras tanto, pienso que podemos usar esta herramienta a nuestro favor. Un poco de caos para que los marplatenses clamen por el orden…
 
—Los drones...
 
El Gallego sonríe.
 
—Hoy estás iluminado, chaval.
 
—Gracias —Culti se sonroja un poco—. ¿Pero cómo vamos a hacerlo? Eso no lo entiendo.
 
—Tranquilo, yo me encargaré de los detalles —dice, y luego termina el segundo vaso de whisky—. Lo que sí, saca a tu familia y amigos de la ciudad, si quieres, por unos días. Es probable que las cosas se pongan bastante, bastante feas.
 
Luego de decir esto se pone de pie; es momento de un tercer vaso.
 

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